El sonido de la aceptación.

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Allí estoy, como cada día, delante del espejo que tantas veces me ha humillado. Al otro lado hay una gran conocida, sonríe de medio lado con maldad y me preparo para la tortura diaria. Suspiro y mis manos empiezan a subir mi camiseta hasta deshacerse de ella. Mis pantalones se deslizan por mis piernas hasta terminar en el suelo. Acaricio con la yema de mis dedos todos los centímetros de piel de mi vientre, he perdido el tacto, no sé si está plano o tiene una curva exterior pero en el reflejo del espejo es enorme. Mis manos acarician mis muslos, suaves pero tristes por no ser aceptados. De nuevo mis manos se posan sobre la barriga y ascienden delicadamente hasta llegar a mi rostro, acarician mi barbilla, mi nariz y finalmente mis mejillas, parecen más grandes de lo normal. La chica del otro lado sonríe nuevamente mientras que en mis mejillas descienden una gran cantidad de lágrimas saladas. ¿Quién es? ¿Por qué me hace ver algo que no es? No puedo aguantarlo más, yo fui feliz, ahora me preocupo día tras día de lo mismo, estoy empezando a perderme en la nada.

Entonces llega, una chica nueva empuja a la anterior y sonríe de manera natural, con un toque de dulzura. Sus ojos me miran, miran todas las partes de mi cuerpo y finalmente me mira fijamente, entrando completamente en mi. La chica alza la mano y la acerca al espejo desde el otro lado, apoya la mano y espera que yo haga lo mismo. Cuando apoyo mi mano en el espejo, sobre la suya me susurra "ya estás a salvo" y no puedo evitar preguntarle lo evidente: 

— ¿Quién eres?
Soy la aceptación.